Capítulo I
Abril Simoné,
frustrada, cerró su cuaderno de matemática. Ya había estudiado
miles de veces para los
exámenes finales de las distintas materias,
y todas las había entendido, excepto una, MATEMÁTICA.
Llevaba más
de dos horas estudiando la teoría y haciendo ejercicios, y aún no
entendía nada de nada. Miró
su teléfono y vio que tenía un
mensaje de su mejor amiga, Amy Soler, una andaluza nacida en Sevilla,
España, que hoy en día estaba estudiando en Barquisimeto,
Venezuela.
"Brili, ¿entendiste algo de los ejercicios
de matemática? Yo no, he estudiado bastante por hoy. Ya me duele l
a
cabeza de revisar tantas fórmulas. Por cierto, ¿saldremos
hoy?"
Abril decidió no contestar de inmediato, ya que
le tenía que pedir permiso a sus padres. En tan sólo un mes
cumpliría los dieciocho años y estudiaría Pintura en la
Universidad Nebrija en Madrid. Su sueño hecho
realidad.
Se
bajó de la cama y salió de su cuarto. Al caminar por el pasillo se
encontró con la imagen de sus padres
echados en el sofá viendo
televisión. Abril, divertida, se puso de puntillas y caminó
sigilosamente para
asustarlos.
—¡Bo!
—dijo Brili
tocándoles la espalda, empujándolos hacia delante.
—¡Abril
Simoné! —le regañó
su madre al verla detrás de ella—.
Casi me matas del susto. Te he dicho mil
veces que no hagas ese tipo
de bromas.
Nahomis se tocó el pecho y miró a su hija quien
ya no era una niña.
—Ay,
mamá. No seas exagerada. No te apunté ni con una pistola de
juguete— mirando a su
padre dijo:—.
¿Acaso
están viendo películas de miedo?
Su madre bufó ya que no
le gustaban ese tipo de películas. Miró a su esposo esperando una
respuesta, y
éste divertido, contestó:
—No.
Admito que quería ver una, pero tu madre como siempre se puso
histérica y dijo que si ponía una, se
iba a otro lugar hasta que la
película acabara. No sé por qué se asustó. Ni siquiera estábamos
viendo algo
concreto.
Nahomis puso mala cara, entonces Brili
y su padre, Luis Miguel, se rieron a carcajadas. Nahomis los
fulminó con la mirada y Abril le dio un beso en la mejilla. Su madre era la
mejor del mundo y además, sin
ánimo de ofender, era una mujer muy
loca y llena de vida.
—¿Hiciste
tu tarea? —le
preguntó su madre acariciado su cabello.
—Sí,
mamá. Sabes que siempre la hago. No sé por qué todos los días
preguntas lo mismo. Ya estoy
graduada de bachiller, sólo estoy
haciendo una escuela de verano que termina en un mes para poder
estudiar en España. Además, he de pasar los exámenes para irme
pronto a la universidad . Ya sabes que he
recibido la beca oficial, y
Amy está ilusionada. Ya compró pasajes para ir de visita a
Andalucía.
Luis Miguel le sonrió. Estaba muy orgulloso de
su hija y el que se fuera vivir a España y a estudiar allá, era
toda una oportunidad. Y sabía perfectamente que no iba a ir sola. La
familia de Amy vivía en Madrid-sus
padres-,y además, ellos tenían
amigos en esa ciudad.
—Ni
me lo recuerdes, Simoné. Me cuesta muchísimo dejarte ir. Eres mi
única hija y siempre serás mi
bebita__ le reprochó su madre.
Simoné puso mala
cara y se fue a la cocina furiosa. Le molestaba que su madre dijera
eso. Le molestaba
muchísimo. Aunque tuviera la oportunidad de
estudiar en Barquisimeto, sabía que no tendría las mismas
oportunidades. Sacó su teléfono del bolsillo y tecleó furiosa:
Abril: No sé si me
dejarán ir, pero quiero salir de aquí. Mamá empezó de nuevo a
reprocharme lo de la
beca. La amo, pero a veces exagera por todo.
Amy. Ya se le
pasará. Mi mamá también estuvo así un tiempo cuando vine a vivr a
Venezuela. ¿Si te dejan
salir, iremos al centro comercial?
Abril: Lo sé. Solo
quiero que esté feliz por mí. Y sí, iremos al centro comercial si
me dejan salir de aquí.
Necesito comprar algunas cosas para nuestro
apartamento de Madrid, y podríamos ver una película.
Amy: Esta bien, pero
pide permiso, ¿vale?
Abril: Vale. ¿Sabes?
Ya se me esta pegando el habla tuya y de tu gente.
Amy: Normal. Nos
conocemos desde hace mucho. Te aseguro que cuando llegues a Madrid o
a Sevilla en
menos de un mes, estarás hablando como nosotros.
Abril: No lo dudo.
Hablaré con mamá. Segurito que papá me da permiso.
Amy: Luis Miguel es
el mejor papá del mundo mundial. Y tu madre no se queda atrás.
Ándale, pide permiso
y me avisas.
Abril Simoné tomó
un trago de su vaso de chocolate hasta terminárselo todo. Tomó aire
y caminó de nuevo
a la sala. Mirando a su madre dijo:
—Lo
siento. Fui grosera, pero sabes que no me gusta que digas eso.
—No
tienes porque disculparte, cielo. Lamento lo que dije.
Madre e hija se
abrazaron y Luis Miguel contempló la escena sonriente. Amaba con
locura a sus dos
mujeres, y verlas así lo hacía más feliz.
De repente, interrumpiendo el momento, le preguntó a su hija.
—Brili,
¿saldrás con Amy hoy?
—De
eso quería hablarles —dijo
Abril separándose de su madre—.
Necesito comprar algunas cosas para
mi casa en Madrid y Amy quiere ir
al cine. ¿Me dejarían salir con ella?
—Por
supuesto —contestó
Nahomis sonriente—.
Sólo no llegues tarde. Aunque, no tengo porque
decírtelo. Conoces
muy bien el toque de queda.
Abril le sonrió a
su mamá y miró a su padre buscando una respuesta. La mayoría de
las veces era su madre
la que tardaba en responderle. Nahomis miró a
su marido forzándolo a decirle algo. Luis sonrió de forma
abierta
cuando decía:
—¿Tengo
que decir algo más?
—No
te entiendo.
—Ya
te di mi permiso, Abril —ella
lo miró desconcertada y él explicó—.
Cuando te pregunté si ibas a salir
con Amy. Anda, avísale y
arréglate.
—Gracias,
los amo.
—Y
nosotros a ti, cariño.
Abril les dio un
beso en la mejilla a sus padres y se fue corriendo a su cuarto. Una
vez allí, cerró la puerta y
marcó el número de Amy para llamarla.
—Hola,
miarma —dijo
Amy al contestar.
—Na'guara,
Amy. Que te entiendo y no te entiendo, chica. Háblame en cristiano.
—Graciosa.
Llevo años diciéndote así. Seguro que me llamas para decirme que
sí te dejaron salir.
—Me
conoces tan bien. ¿Vendrás a buscarme en el auto de tu tía o
tendré que irme en taxi? Piensa rápido.
Ya conoces la hora del
toque de queda.
—Mi
tía me lo prestó, así que iré a buscarte. estaré allí en veinte
minutos .
—Okey.
Me iré a bañar. Adiós, andaluza.
—Adiós,
guarita.
Abril rió al
colgar, Ellas y sus apodos. Hacía cinco años atrás, ella le había
dicho a Amy mientras hablaban
por teléfono "andaluza" y
después Amy le sorprendió llamándola "guarita". Sin más
buscó la toalla y se
metió a la ducha. Minutos después salió. Se
puso la ropa interior y un vestido color rosa con unas zapatillas
color plateado. Se arregló el cabello y se maquilló un poco. Justo
en veinte minutos estuvo lista cuando oyó
la bocina del auto de la
tía de Amy. Tomó su bolso y corrió a despedirse de sus padres.
—Estás
hermosa, hija. Cuídense. Avísame cuando lleguen.
—Adiós,
que se diviertan.
—Gracias,
nos vemos en un par de horas.
Abril salió de su
casa y se montó en el auto de Amy.
—Hola,
guarita. Te vez bien.
—Hola,
andaluza. Tú tampoco te vez nada mal —dijo
Brili mirándola. Su amiga llevaba una falda, una
camisa y zapatillas
también.
En cuestión de
minutos estuvieron en el Centro Comercial Metrópolis. Se
adentraron en algunas tiendas y
compraron manteles, cubiertos, vasos
y cosas para la cocina. Dirigiéndose al cine, las dos chicas
caminaban
con tranquilidad cuando un hombre tropezó a Brili, y las
bolsas rodaron por el suelo.
Abril miró furiosa
al hombre que la había tropezado, quien hablaba molesto por
teléfono. El hombre la miró
y sus miradas se encontraron. Era
lindo, con piel clara, ojos color almendras, cabellos marrones y
vestido de
ejecutivo. El hombre la miró y desvió su mirada a otro
lado, y siguió hablando. Amy y Abril recogieron las
bolsas y se
levantaron del suelo.
—Qué
hombre tan sexy —murmuró
Amy mirando a la dirección donde él estaba.
Abril Simoné
furiosa replicó:
—Bicho
asqueroso e indecente. Seguro que su mamá no le enseñó modales.
Fue de lo más grosero con
nosotras —Amy
la miró desconcertada—.
Ven, se nos hace tarde y tenemos que ver la peli.